EDUCACIÓN CRISTIANA EN TIEMPOS DE PANDEMIA
Amigos de Richard
Ser cristianos no nos libra de las mismas aflicciones que cualquier mortal, en tanto seres humanos. Desde luego, nuestra fe (la comunión con el Dios trino, los principios de la Palabra, la esperanza en Cristo crucificado y resucitado y la comunidad de hermanos) nos aporta un recurso valioso y distintivo para afrontar las crisis de la vida. ¿Cómo tales recursos se llevan a la vida de modo concreto?
Se espera que todo creyente cuente con una visión teológica de la vida (desde la fe y voluntad de Dios) desde la cual responder a cada desafío y oportunidad de su día a día. Entre otras cosas, de ahí la importancia de la educación cristiana, de casa y de iglesia. ¿Cómo hemos leído la Biblia? ¿Qué tan fiel al evangelio y útil a la realidad ha sido nuestra enseñanza bíblica? ¿Cómo ha sido la labor educativa en casa hasta hoy? ¿Qué decir de la labor educativa de nuestras congregaciones?
La respuesta de nuestra gente durante estos días de pandemia y confinamiento puede revelar (poner a “prueba” o dejar en “evidencia”) la calidad de nuestra educación cristiana. Cuando pulula el miedo y tantas interpretaciones (religiosas o no) de lo que supuestamente pasa o pasará, ¿qué sienten nuestros familiares y hermanos en la fe, en tanto seres humanos? ¿Qué sienten, piensan y hacen como creyentes? ¿Qué deberían? ¿Cómo lidian con tanta información (matrices de opinión y visiones del mundo) en plena globalización? ¿Con cuáles recursos cuentan para asumir estos momentos de la historia humana?
La formación religiosa/espiritual fue clave en la tradición hebrea. Especialmente en casa, se procuraba la reflexión, el recuerdo, la conmemoración, la repetición, la creativa alusión, la devoción, el culto: «Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor es uno. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Estas palabras que hoy te mando cumplir estarán en tu corazón, y se las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando estés en tu casa, y cuando vayas por el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes. Las atarás en tu mano como una señal, y las pondrás entre tus ojos como frontales, y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas». En el Nuevo Testamento, de algún modo, persiste la valoración de la familia como lugar privilegiado para la formación de un hogar creyente, sin desestimar otros espacios institucionales. Necesitamos recordar o recuperar la idea de esa educación del amor a Dios “andando por el camino”. Una educación cristiana que desde el amor a Dios configure nuestras relaciones con el prójimo y con el medio ambiente; una que acompañe a nuestra gente en medio de las preguntas, angustias y búsquedas más profundas.
Un estudio de la historia de la educación general y cristiana en particular mostrará el desarrollo de la noción del hecho educativo en Israel y en la iglesia del NT; también nos permitirá ver cómo, para bien o para mal, la interacción con la cultura fue gestando nuevas visiones (naturaleza, fines, medios y modos) de la educación en general y cristiana en particular. No hay espacio ni necesidad acá de entrar en este asunto denso, intrincado y fecundo. Lo importante es notar, por un lado, los aportes/riesgos que la educación en general ha legado a la educación religiosa y viceversa, y, por el otro lado, acentuar el lugar privilegiado del hogar para la formación de seres humanos, seguidores de Jesús y ciudadanos.
Puede ser muy valioso este tiempo para hacer un tipo de evaluación de nuestra comprensión de la educación cristiana, su naturaleza, sus fines, sus mediaciones y sus estrategias. ¿Qué decir de nuestros maestros y sus perfiles? ¿Qué de nuestros contenidos? ¿Qué de nuestras mediaciones para conectar Biblia con realidad humana? Lo mismo aplica a nuestros hogares cristianos. ¿Hay intención en la formación cristiana de los miembros de nuestras familias? ¿Hay espacios para el estudio, la reflexión, la devoción y la articulación fe-vida? ¿Cómo la iglesia ha acompañado a nuestras familias en este respecto?
Esta crisis puede significar una gran oportunidad para evaluar, confirmar, afianzar o replantear. El confinamiento pudiera ofrecernos la ocasión para gestar un modelo educativo que surja desde los hogares y vaya a la vida de iglesia y ciudadanía. ¿Qué tal si hacemos de cada hogar un aula? ¿No será el momento para formar, tanto como sea posible, docentes en cada hogar? ¿Qué tal si fomentamos experiencias educativas en casa que se articulen orgánicamente con espacios educativos de la iglesia, y ya no tanto a la inversa?
Siempre ha sido así, pero se nota más en tiempos de crisis: la educación cristiana tiene que ser más que solo contenidos; implica sensibilidades, emociones, relaciones, en fin. La que dice Pablo a y de Timoteo pudiera ilustrarlo (2 Tim. 3:10-17): “Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones y padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio y en Listra; persecuciones que he sufrido, y de las cuales me ha librado el Señor. También todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución; pero los hombres malvados y los engañadores irán de mal en peor: engañarán y serán engañados. Tú, por tu parte, persiste en lo que has aprendido y en lo que te persuadiste, pues sabes de quién has aprendido; tú desde la niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.
Que la educación cristiana inicie en las casas y resuene en los templos y en la vida diaria bien pudiera configurar una filosofía educativa bíblica y actual. ¡Que Dios nos permita ver y asumir la formación en las casas como génesis de la educación cristiana hoy! ¿Las casas como proto-discipulado? ¿El confinamiento como ambiente educativo con sentido teológico para la vida?
Richard Serrano